jueves, 8 de diciembre de 2011

"Mujeres de la Vega: género, memoria y trabajo en la Vega Central de Santiago"




Carolina Bastías, Consuelo Hayden y Daniela Ibáñez (editoras)

Mujeres de la Vega: 
Género, memoria y trabajo en la Vega Central de Santiago. 

Santiago de Chile, 2011





Este es el título del libro que da a conocer los resultados de una investigación realizada entre agosto de 2010 y enero de 2011 en la Vega Central de Santiago de Chile cuyo objetivo fundamental fue conocer, valorar y divulgar las prácticas que despliegan las mujeres de la Vega Central a partir de su trabajo en este espacio, con un énfasis especial en la dimensión de la memoria. Dicha investigación y la propia publicación de este libro fueron posibles gracias a los fondos aportados por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes a través del concurso Fondart Regional 2010.

La primera parte de la obra consiste en un estudio introductorio donde realizamos, por un lado, una reconstrucción de la historia de la Vega Central desde su nacimiento como un espacio popular de comercio marginal a la ciudad de Santiago, hasta su situación actual, poniendo énfasis en las transformaciones derivadas de los impulsos modernizadores en diferentes momentos históricos; y por otro lado se desarrolló el tema del mundo del trabajo femenino en nuestro país y especialmente en la Vega Central, entregando también antecedentes acerca de la participación femenina en la historia de este espacio. El rasgo fundamental de esta obra es la mixtura entre investigación bibliográfica, investigación documental, trabajo de campo y rescate de la memoria, elementos que le dan un valor único, pues es hasta ahora el primer estudio publicado que ha realizado una reconstrucción  documentada y de cierta profundidad de la historia de la Vega Central, y la única que aborda las prácticas femeninas.

La segunda parte constituye lo que consideramos el aporte fundamental de este libro y consiste en las historias de vida de once mujeres trabajadoras de la Vega Central. En ellas intentamos dar cabida al amplio espectro de labores que realizan las mujeres en la Vega, así como a las mujeres inmigrantes que con mucho esfuerzo han logrado insertarse en este espacio. Una historia de vida es un relato que se realiza a partir de la edición de los testimonios y observaciones recabadas por las investigadoras en sucesivas entrevistas en profundidad a cada una las trabajadoras, y su ventaja fundamental consiste en que permite recuperar la memoria, la experiencia y el sentir de las personas, conservando la riqueza de su lenguaje y la profundidad de su relato; es por esto que de esta segunda parte del libro no nos consideramos autoras, sino editoras, pues se trata de la voz de las trabajadoras, re-elaborada en una narración. Por otra parte, las historias de vida involucran una dimensión histórica, pues como metodología incorporan los procesos y trayectorias de los sujetos en relación a procesos sociales mayores, así como la transmisión de generación en generación de conocimientos, oficios, relatos y lenguajes, elementos que constituyen el patrimonio inmaterial de la Vega Central, y por cierto de la ciudad de Santiago.

Son numerosas las personas y organizaciones sin cuya colaboración este trabajo no hubiera sido posible. Queremos manifestar en primer lugar nuestro profundo agradecimiento a todas las mujeres que nos dieron la posibilidad de conocer sus vidas y entrar en el mundo de la Vega, a las que quedaron y a las que no quedaron registradas en este libro también: gracias por su tiempo, paciencia y confianza. A todas ellas esperamos hacer honor con este trabajo.


Nos gustaría agradecer a Ximena Valdés, doctora en Estudios Americanos y directora de Centro de Estudios para el Desarrollo de la Mujer, quien amablemente prologó nuestro libro; a Francisca de la Maza y Catalina Silva por el excelente trabajo de diseño del mismo, y especialmente a Francisca por colaborar ad honorem con sus fotografías, sin las cuales este libro perdería tanta belleza; a Genaro Hayden por su paciente y exhaustiva corrección de  texto y estilo, por su colaboración en la edición, así como aportar con sus fotografías al libro. También queremos consignar la participación de Carla Ulloa quien realizó las entrevistas a Yasna Lobos y Rosa Medel y su transcripción, además de la transcripción de la entrevista que realizamos a Andrea Lara.



Agradecemos el patrocinio del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos de la Universidad de Chile; el apoyo de la Comunidad Mercado de la Vega Central, de Susana Muñoz Ávalos (presidenta de Bienestar), de Arturo Guerrero (relacionador público de la Comunidad Mercado de la Vega) y de Manuel Caro (administrador de la Vega Central): a todos gracias por su ayuda y excelente disposición. Agradecemos también el apoyo de la docente de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano Ana López; así como a la Biblioteca de Santiago, al Departamento de Educación de la Municipalidad de Independencia y a la Municipalidad de Recoleta por su colaboración en la realización de este proyecto.

Les invitamos a entrar de la mano de los relatos de estas doce trabajadoras al rico mundo de la Vega Central. 

La obra la podrás encontrar en la Biblioteca Nacional, en el Archivo de Literatura Oral y Tradiciones Populares, en las bibliotecas de humanidades de las principales universidades de Santiago, en la biblioteca de la Vega Central, en la biblioteca comunitaria de Ciudad Viva, en la biblioteca de La Morada, y en las bibliotecas de los establecimientos educacionales municipalizados de las comunas de Santiago, Recoleta e Independencia. Para mayor información, escríbenos al mail mujeresdelavega@gmail.com.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

ÍNDICE DEL LIBRO

Prólogo. Ximena Valdés

Presentación

Parte I: Breve historia de la Vega Central y las veguinas.  
                Carolina Bastías, Consuelo Hayden, Daniela Ibáñez  

  1. De la Cañada a la Vega: antecedentes, contexto y origen de la Vega Central de Santiago
  1. De la chacra a la ciudad: trabajo femenino a principios del siglo XX y la mujer en los comienzos de La Vega
  1. La Vega Antigua
  1. De la crisis permanente a la privatización: la Vega Central desde 1970
  1. Solidaridad y organización: la participación de las veguinas
  1. ¿En qué están las mujeres de hoy? Trayectorias y espacios laborales en el Chile contemporáneo
  1. Mujer y Trabajo en los galpones de la Vega central

Bibliografía


Parte II: Historias de Vida


  • Chili, Andrea Lara. Faenadora de verduras y cargadora

  • Abuela, Ester Reyes. Dueña y vendedora de local de frutas

  • Licha, Clarisa Sepúlveda. Dueña y vendedora de local de chacarería

  • Abuelita, Lidya García. Vendedora de bolsas y dulces en carrito

  • Mary, María Meneses. Mesera

  • Rosita, Rosa Villena. Cafetera

  • Jessica,  Jessica Gatica. Vendedora en puesto de condimentos y verduras

  • Paula, Paula Ayala. Encargada de local de abarrotes

  • Venus, Venus Bonilla. Cafetera

  • La Colocolina, Yasna Cáceres. Mesera

  • Luisa, Luisa Hermosilla. Vendedora en local de productos peruanos


martes, 6 de diciembre de 2011

Sobre las autoras y editorias

Sobre las autoras y editoras


Consuelo Hayden Gallo es Licenciada en Historia y Ciencias Sociales, Licenciada en Educación y Profesora de Historia y Ciencias Sociales por la Universidad de Valparaíso; Magister (c) en Estudios Latinoamericanos por la universidad de Chile. Investiga fundamentalmente temas relativos a las culturas populares de Chile y América Latina, especialmente música, arte y poesía popular. Actualmente forma parte del equipo editor de la revista Docencia del Colegio de Profesores de Chile. También es autora de cuentos infantiles.

Carolina Bastías de la Maza es Licenciada en Historia de la Universidad Finis Terrae. En la actualidad trabaja como investigadora histórica en el equipo de la defensa de Chile ante la Corte de la Haya. Paralelamente, se dedica a la investigación de temáticas sociales y culturales con un enfoque centrado en la memoria, además del desarrollo de formatos de difusión investigativa alternativos.

Daniela Ibáñez Carvajal es Antropóloga Social de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Magister (c) en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile. Sus áreas de investigación son los impactos socioculturales del capitalismo industrial en el norte de Chile, las relaciones de género en comunidades mineras, memoria social e identidades subalternas. Pertenece al Grupo de Trabajo de la Red CLACSO "Trabajo, Modelo Económico-Productivo y Actores Sociales". Como tesista forma parte del equipo del Proyecto Fondecyt 1095007 “Familia y trabajo en la economía de exportación: incidencia de los regímenes laborales excepcionales en familias vinculadas a la minería, la fruticultura y la salmonicultura.


Contacto: mujeresdelavega@gmail.com

lunes, 5 de diciembre de 2011

Diseño del libro Mujeres de la Vega

El diseño del libroFrancisca de la Maza y Catalina Silva 

Tipografía

La tipografía es "Australis", premiada en Japón y creada por Francisco Gálvez, un reconocido tipógrafo chileno. La escogimos porque queríamos hacer un libro con elementos editoriales hechos en Chile, que representan nuestra cultura visual en cada detalle.

Fotografía

Buscamos que los retratos de las mujeres reflejaran quienes son: su
dignidad, su fuerza y su trabajo, su alma. Además quisimos que transmitieran cercanía, para ello Francisca fue reuniéndose una a una con las mujeres que aparecen en el libro, volviendo cada vez que no lograba una imagen cercana. Fue una experiencia maravillosa abrirse a todas estas mujeres, para lograr que ellas también se entregaran a ser fotografiadas.

En cuánto a la fotografía de los objetos del entorno de las mujeres y a las fotografías familiares, las fuimos recolectando poco a poco y pidiéndoles que nos prestaran algunos objetos que representaban su historia y su trabajo en la Vega.

Portada y Gráfica


Invitamos a Carlo Fazio, cartelista, autor de la ilustración de la portada del libro y otras ilustraciones complementarias que aparecen en la mitad y al final del libro.

Cómo diseñadoras sabíamos que era importante que la gráfica fuera hecha por una persona dedicada a la gráfica popular que abunda en la Vega, que es de gran valor y originalidad estética. De esta forma,  decidimos que el libro transmitiera y mostrara el mundo de la Vega y su riqueza patrimonial, en todas las dimensiones posibles.





domingo, 4 de diciembre de 2011

Aclaración


La presente Aclaración tiene por objetivo despejar cualquier duda o conflicto que pueda haber surgido a raíz de la publicación del libro Mujeres de la Vega: género, memoria y trabajo en la Vega Central de Santiago.

Dicha obra fue elaborada en el marco del proyecto Fondart Regional 2010 N° 14812-1 “Mujeres de la Vega: prácticas sociales, memoria y patrimonio en un espacio tradicional de Santiago”, cuya responsable fue Consuelo Hayden Gallo y sus co-ejecutoras fueron Carolina Bastías de la Maza, Daniela Ibáñez Carvajal y Carla Ulloa Inostroza.

La elaboración de este libro estuvo a cargo de quienes se señalan como editoras y autoras del mismo. La participación de Carla Ulloa en la realización del libro se encuentra detallada en su “Presentación” (p. 12).  Reconocemos la participación de Ulloa en la postulación del proyecto a Fondart y en su desarrollo hasta enero del 2011, manteniendo su calidad de co-ejecutora hasta agosto del mismo año.

Esta aclaración surge a raíz de la acusación de plagio y robo de propiedad intelectual realizada por Carla Ulloa hacia nosotras, acusación que fue desestimada por la Comisión de Ética de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Chile, conformada por solicitud nuestra.  

Consuelo Hayden Gallo
Daniela Ibáñez Carvajal
Carolina Bastías de la Maza

sábado, 27 de agosto de 2011

Lanzamiento en la Vega Central de Santiago

El pasado jueves 25 de agosto se realizó en la Vega Central el segundo lanzamiento del libro Mujeres de la Vega: género, memoria y trabajo en la Vega Central de Santiago. Participaron más de 50 personas y contamos con la asistencia de muchas de las veguinas participantes en el proyecto, así como con diferentes autoridades. 
Para finalizar se presentó el grupo Los Benjamines, quienes han rescatado las tradicionales cuecas veguinas. 








viernes, 26 de agosto de 2011

Conversatorio en Ciudad de las Diosas


Invitación al Conversatorio en las Diosas del Libro "Mujeres de la Vega: género, memoria y trabajo en la Vega Central de Santiago."


Este martes 30 de agosto les invitamos a conversar con las editoras del libro Mujeres de la Vega: Género, memoria y trabajo en la Vega Central de Santiago. Carolina Bastías, Consuelo Hayden y Daniela Ibáñez, quienes presentarán su trabajo sobre los resultados de una investigación realizada entre agosto de 2010 y enero de 2011 en la Vega Central de Santiago de Chile, y que, cuyo objetivo fundamental fue conocer, valorar y divulgar las prácticas que despliegan las mujeres de la Vega Central a partir de su trabajo en este espacio, con un énfasis especial en la dimensión de la memoria. Dicha investigación y la propia publicación de este libro fueron posibles gracias a los fondos aportados por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes a través del concurso Fondart Regional 2010.

En la ocasión se ofrecerá un ejemplar para quienes asistan.
Les esperamos a las 19 horas en la Librería/Bazar "La Ciudad de las Diosas"



Librería/Biblioteca y Bazar Horario de atención
Desde las 13:30 a 20:00 horas de lunes a viernesEmail:laciudaddelasdiosas@gmail.com
Sala 2, La Morada Purísima # 251, Barrio Bellavista
Santiago - Chile



jueves, 18 de agosto de 2011

Este jueves 25 de agosto se realizará el segundo y último lanzamiento del libro Mujeres de la Vega: género, memoria y trabajo en la Vega Central de Santiago. El evento será a las 11:30 hrs. en dependencias de la Administración de la Vega Central, ubicada en Antonia López de Bello, entre Salas y Rengifo, Metro Patronato. En esta ocasión contaremos con las cuecas veguinas de Los Benjamines. 



jueves, 21 de julio de 2011

Lanzamiento Biblioteca de Santiago

El pasado 19 de agosto a las 18:30 hrs. se realizó el primer lanzamiento del libro Mujeres de la Vega: género, memoria y trabajo en la Vega Central de Santiago. El evento tuvo lugar en la Biblioteca de Santiago y contó con la asistencia de más de 100 personas. La obra fue presentada por el historiador y profesor de la Universidad de Santiago de Chile, Maximiliano Salinas Campos, quien destacó la importancia de esta investigación para el conocimiento de las culturas populares de Chile, especialmente de aquellos barrios que pese a su antigüedad y tradiciones, están siendo afectados por una modernización sin miramientos. Además, realzó el aporte que hace esta obra al rescate de la memoria y diversas experiencias de las trabajadoras de la Vega Central. 

La presentación cerró con un cóctel invitado por la Vega Central, y la distribución gratuita de 50 ejemplares del libro entre los asistentes. 






lunes, 4 de julio de 2011

"Esa es mi vida. Soy una mujer luchadora, trabajadora, así soy yo..."

<< Evadiendo charcos de agua, uno que otro hoyo, colillas de cigarro, pilas con cáscaras de fruta, transitan los carretones, carros de supermercado, carros de feria, transeúntes, extranjeros, locatarios, copuchentos, vendedores ambulantes, gatos, perros y algún periodista; es que la forma de recorrer sus callejones es tan libre y variada que no requiere de protocolos especiales como ocurre por ejemplo en un mall o centro comercial. 


De sol a sombra, con responsabilidades a cuestas, compromisos maternales, futuros por construir y sueños por realizar, así es como se urden diariamente cientos de historias laborales que tienen por protagonistas a mujeres. Sacrificios y beneficios serían las palabras clave para describir la trayectoria de las veguinas, esas mismas que sin medir riesgos comienzan su jornada con el amanecer y la terminan en penumbras. 



Preocupadas de abastecer sus locales y negocios con mercaderías llegan de madrugada al patio de la Vega a proveerse de los productos necesarios para iniciar sus ventas. Sin importar el frío, el calor, la lluvia, el viento o el sol ellas están ahí, estoicas y preparadas para enfrentar las vicisitudes del día a día. Saben que el negocio –o su trabajo– es el encargado de generar los ingresos necesarios para sus familias, el mismo que les permite solventar los estudios de sus hijos, el pago de las cuentas, el arriendo de sus viviendas, cubrir los gastos de movilización del mes, la compra de los medicamentos, alimentos, vestimentas; por lo mismo sienten que la responsabilidad de que esa labor resulte está en sus propias manos:

“Yo sé que todos los trabajos de las mujeres son sacrificados, pero el nuestro es mucho más, porque nosotras no tenemos un sábado, un domingo, como lo tiene el común de las trabajadoras para poder compartir con sus hijos. Nosotras trabajamos de lunes a lunes, entonces el dolor más grande para nosotros es compartir poco con nuestros hijos, porque no podemos estar un día sábado o un domingo con ellos porque esos son los mejores días para nosotros. El día lunes podríamos hacerlo porque es como el día domingo para nosotros, pero los hijos tienen sus actividades, colegio y todo eso” (testimonio de Susana).


A la par trabajan junto a los veguinos (comerciantes, cargadores, ambulantes, etc.) para dar vida al mercado más importante de la ciudad. Sin escatimar en esfuerzos, codo a codo sacan adelante sus negocios y los quehaceres asociados a estos. Allí las diferencias “propias del sexo femenino o masculino” se ocultan tras las responsabilidades del día, de los cajones de frutas y verduras, el mesón de ventas, en el trato con los proveedores y la atención al cliente. No hay tarea que a la mujer se le impida realizar, por lo mismo su imagen como sujeto es potente, ellas han logrado apropiarse de este lugar, conquistar espacios donde comúnmente se les niega el acceso. De “sexo débil” poco o nada tienen, ellas reclaman igualdad y respeto a su entorno, reflejándose en el trato y admiración que sus compañeros de labores expresan. Los hombres reconocen el trabajo que estas mujeres desarrollan entre los pasillos del mercado, transformándose en testigos de los logros –y también fracasos– que muchas de ellas han experimentado en su paso por la Vega. Ser mujer no es un impedimento, al contrario, es un aliciente que las conmina a seguir desarrollándose, a expandir sus capacidades y por cierto a compartir dichos logros con sus familias:
“Yo soy padre y madre al mismo tiempo con mis hijos, yo crié solita a mis chiquillos. Luché harto, trabajé harto, trabajé mucho por mis hijos para darles una crianza buena. Esa es mi vida. Soy una mujer luchadora, trabajadora, así soy yo” (testimonio de Rosa H.) >>



Faenadoras de verduras, La Vega, 2011. Fotografías Genaro Hayden. 


Carolina Bastías, Consuelo Hayden y Daniela Ibáñez (editoras): Mujeres de la Vega: género, memoria y trabajo en la Vega Central de Santiago. Santiago de Chile, 2011, pp. 85-86. 



Años dorados de la Vega Central: cueca brava

<< Los años que van desde los 40 a los 60, reconocidos como los más prósperos de la Vega Central, se caracterizaron por el ambiente festivo y generoso que creaban los y las veguinas, y que quedó plasmado en las cuecas de Mario Catalán, famoso comerciante y músico de la Vega Central, quien retrató en sus creaciones a los personajes, gremios y la vida popular de la Vega:

“En la Vega Central, hay un hombre muy mentao
que sigue a sus amigos, es gallo muy encachao
anda por todas partes, en busca de los remates
porque no hay quien lo gane, para comprar los tomates.

La chicha con naranja
es un trago muy ladino
el Mario Catalán
les dice prefiero el vino...”[1]

“Quisiera ser martillero, si, ay, ay, ay
de feria municipal, veguino soy
para entrar en los remates, si, ay, ay, ay
esperar jubilación, veguino soy

El remate´e hortalizas
me saca pica, si, ay, ay, ay
cuando estoy con la caña
llena de chicha, veguino soy...”[2]

En ese entonces, un grupo de mujeres organizaba y participaba en los grandes actos sociales del Parque Rosedal o en la propia Vega Central, celebrando el “Día del comerciante de vegas y mercados”, instaurado en 1948: “Fueron horas y fiestas inolvidables realizadas en la época de oro de la Vega Central, cuando todo era más fácil, corría el dinero a manos llenas y se diluía en la misma forma. Los manirrotos surgían por todas partes y el veguino creó fama de generoso y buen amigo”.[3] En las afueras de la Vega, la calle bullía de actividad, entre el comercio ambulante, las cocinerías, y la enorme afluencia de público:

“En Andrés Bello no pasa’an auto, no pasa’an na’ y ahí ha’ían mesitas de pescao, la gente que vendía ajo, que vendía de todo ahí po. Así era. Sí había [una estructura grande], es que al lao habían puro’ almacenes con cocinería, to’as esas cosas, ahora no hay ya. Hay, pero dentro ‘e la vega chica sí que hay, pero en la calle como había antes hacia fuera, no. No ‘siste ya eso. La cocinería era un local y ahí tenían mesas, garzonas, de to’o po. Ta’an las ‘cachá grande’ que les llamaban. Eran unos tazones que vendían de té con leche, café, milo, lo que usté’ quería. Eso estaba por aquí por Salas. Habían depósitos de vino sí, pero no pa’ bailar ni na’, no. Acá en Recoleta sí que habían, allá en Recoleta con Douglas” (testimonio de Lucy). >>


"La Cueca Brava". Portada de disco en la Vega Central. www.cancionerodecuecas.cl

Carolina Bastías, Consuelo Hayden y Daniela Ibáñez (editoras): Mujeres de la Vega: género, memoria y trabajo en la Vega Central de Santiago. Santiago de Chile, 2011, pp. 49-50.




[1] “El huaso de la brisca”, Dúo Rey Silva - Mario Catalán, Puras cuecas, RCA Victor, 1968. En: Cancionero Discográfico de Cuecas Chilenas, www.cancionerodecuecas.cl.
[2] “Martilleros de la Vega”, Ibíd.
[3] “Celebrarán dignamente ‘Bodas de Oro’ del sindicato de subsistencias”. Fortín Mapocho, Santiago de Chile, febrero de 1980 (71). 

Trabajo femenino en los comienzos de la Vega

<< Desde su fundación a comienzos del siglo pasado, la Vega acogió a muchas  mujeres que dependían de los empleos que ahí se generaban para su subsistencia, dando cuenta de la gran relevancia de la fuerza de trabajo femenina en las ciudades durante la primera mitad del siglo XX. A pesar de lo que podría suponerse debido a la asociación tradicional entre las mujeres y las labores informales, en este periodo la participación femenina en este mercado no era significativa exclusivamente en estas ocupaciones –difícilmente cuantificables–, sino que tenía gran importancia también en las actividades formales. Según la nómina de comerciantes publicada en el periódico de la administración, en 1927 de un total de 415 puestos 163 pertenecían a mujeres; es decir, el 39.27% –solo del comercio establecido de la Vega– estaba en sus manos.[1]

Como se puede apreciar a partir de la relevancia femenina en la Vega Central, desde su origen, el traslado de las labores femeninas desde el espacio doméstico al mundo del trabajo fuera del hogar se produjo mucho antes de la década de 1970. Las labores femeninas comenzaron su migración desde el hogar a las calles, las fábricas, las tiendas, etc., desde la segunda mitad del siglo XIX, cuando la preponderancia cada vez mayor de las ciudades y el desarrollo de diferentes industrias significó el surgimiento del mundo obrero, del trabajo formal y asalariado. El desarrollo económico generó enclaves urbanos o industriales que atrajeron a gran cantidad de campesinos con la expectativa de mejorar sus condiciones de vida. El mundo urbano se convirtió así en un polo de atracción para masas de hombres y mujeres que buscaban mejores perspectivas que las que ofrecía el abusivo régimen de trabajo servil propio del modelo latifundista. La migración campo-ciudad significó un aumento explosivo del tamaño y dinamismo de las distintas ciudades del país. En la capital, por ejemplo, entre 1920 y 1930 el porcentaje promedio de aumento anual de la población fue 29.8%[2]

Josefina Recabarren Labra, una de las "fundadoras" de la  Vega Central.
En:  Fortín Mapocho,  Santiago, 10 de enero de 1948 (12). 
La migración campo-ciudad presentó patrones de género bastante particulares, ya que mientras ellos tendieron a privilegiar el trabajo formal en actividades como la minería, la construcción de ferrocarriles, en los puertos, etc., ubicados en distintos polos o enclaves económicos dispersos por el país, las mujeres se instalaron en los arrabales populares de las grandes ciudades, especialmente en Santiago. En la capital de comienzos del siglo pasado la mayoría de la población era femenina: en 1920 de un total de 546.812 habitantes, 300.291 eran mujeres y 246.521 hombres.[3] Ese mismo año la relevancia cuantitativa de las mujeres a nivel general, se reproducía en el barrio Mapocho donde se ubicaba la Vega Central –un sector caracterizado por su gran dinamismo económico y por el desarrollo de variadas actividades comerciales más que por su carácter residencial–. Allí la presencia femenina estable también fue preponderante, y correspondía a 7.173 mujeres y 6.246 hombres.[4]


Aurora Morales, una de las comerciantes más antiguas de la Vega.
En:  Fortín Mapocho,  Santiago, febrero de 1984 (85).
Muchas de las mujeres que migraban a la capital venían solas, lo que se tradujo en la llegada masiva de campesinas sin pareja y acompañadas de sus hijos. Dicha migración marcó precedentes para el tipo de patrón familiar popular que caracterizará las primeras décadas del siglo XX, y que se hace extensivo hasta la actualidad bajo la figura de las “madres jefas de hogar”. La Vega, donde como antes precisamos una parte importante de las actividades eran llevadas a cabo por mujeres, también refleja esta realidad. La configuración familiar matriarcal siempre ha estado y continúa estando muy presente entre las veguinas. De hecho, en la Vega Antigua es posible constatar la existencia de varios ejemplos de importantes comerciantes establecidas que manejaban solas sus negocios y mantenían a su familia: como Josefina Recabarren Lastra “Doña Chepita”, una de las fundadoras en 1909, madre soltera de dos hijas;[5] la viuda Aurora Morales (llegada a la Vega en 1920) a quien “Su negocio de pensión le ha permitido darse muy buenas satisfacciones y ha conocido países como Argentina, Uruguay y Perú”;[6] o la señora María, una comerciante que partió como vendedora ambulante que llegó a ser muy rica y poderosa, y que todavía está muy presente en el imaginario colectivo de los veguinos: Antiguamente, eso es lo otro que llama’a la atención acá: muchas mujeres que vendían productos en la mano. No tenían puesto. Entre ellas estaba la señora María... Esas mujeres así mantenían su familia, habían familias completas de niñas que vendían cosas en la mano” (testimonio de tía Paula)." >>


Carolina Bastías, Consuelo Hayden y Daniela Ibáñez (editoras): Mujeres de la Vega: género, memoria y trabajo en la Vega Central de Santiago. Santiago de Chile, 2011, pp. 38-40. 




[1] “Nómina de Comerciantes”. La Vega. Santiago de Chile, 13 de agosto de 1927 (1).
[2] Resultados del X Censo de la Población. Imprenta Universo: Santiago, 1931.
[3] Ibíd.
[4] Ibíd.
[5] Fortín Mapocho. Santiago de Chile, 10 de enero de 1948 (12).
[6] Fortín Mapocho. Santiago de Chile, septiembre de 1977 (63)

Modernización y cultura popular en La Chimba. Una relación conflictiva

<< En sus primeros tiempos la Vega reprodujo en su interior las tensiones y conflictos propios de la intromisión disciplinatoria de la elite a los espacios populares, los que como recién mencionamos habían experimentado un reforzamiento cultural producto de la migración campo-ciudad. Consecuentemente, la Vega de principios del siglo XX, constituyó un ejemplo paradigmático de un espacio de comercio tradicional subordinado recientemente a la clase dirigente, a la vida urbana y a las dinámicas comerciales modernas; y reprodujo en su configuración gran parte de las características y contradicciones derivadas de las modificaciones que experimentaba su entorno, las que en gran medida, derivaban de la reciente vinculación o encuentro entre realidades muy diversas y en muchos aspectos antagónicas: entre el mundo urbano y el rural; entre la elite y el mundo popular; entre la tradición y la modernidad; entre la riqueza y la pobreza; etc.


"Secuencia crecimiento histórico del Barrio La Chimba". En MÖLLER-HOLTKAMP, Tomas: Mercado Vega Central. Superposición de usos públicos. Tesis presentada a la Facultad de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Chile para optar al título profesional de Arquitecto. Santiago de Chile, 2009. 


A pesar de la voluntad de la clase dirigente, no bastó con cerrar y regular las “Cañadas” para terminar por completo con la riqueza cultural que en torno a ellas se desarrollaba, incluso algunas de sus manifestaciones, como el culto a Fray Andresito, subsisten hasta el día de hoy. En gran medida, la cultura popular tradicional propia de la Chimba, continuó desarrollándose al interior de la Vega y en las diferentes actividades comerciales informales que estuvieron lejos de lograr ser erradicadas. La Vega y algunos locales ubicados en los alrededores canalizaron las esferas de dispersión y expresión del mundo popular, a través de la instalación de cocinerías y cantinas en su interior,[1] donde se continuó zapateando al son de la cueca: “En la Vega se tocaba mucho y se cantaba, tocaban con tarros, con los platillos, pero precioso y con el sonido correcto que debe ser la cueca. Si ud. saca la línea de cuántas cuecas hay, nosotros tenemos cuecas veguinas, veguinas, veguinas, netamente veguinas, hablamos de cien” (Luzzi, 2002: 67). >>


Carolina Bastías, Consuelo Hayden y Daniela Ibáñez (editoras): Mujeres de la Vega: género, memoria y trabajo en la Vega Central de Santiago. Santiago de Chile, 2011, pp. 32-33.



[1] Estatutos de la Sociedad Anónima: Vega Central. Santiago de Chile: Imprenta Universitaria, 1911, p. 20.

Las mujeres de la Vega: presencia y trabajo femenino

<< En el imaginario colectivo y muchas veces a la luz de reportajes o artículos de prensa, la Vega Central es un lugar más bien asociado a lo masculino. A lo largo del tiempo, este tradicional mercado comúnmente ha sido representado a partir de características vinculadas al mundo de los hombres, como son la fuerza o la rudeza. Mientras los trabajadores suelen aparecer como protagonistas y configuradores de las dinámicas de este espacio, las mujeres han sido dejadas en segundo plano o son representadas y consideradas casi exclusivamente a partir del rol de compradoras, como las dueñas de casa que van a la Vega para abastecer su hogar. A pesar de lo anterior, al observar con un poco más de detención llama la atención la gran cantidad de mujeres que ahí trabajan.


Al estudiar las condiciones y dinámicas que enfrentan o caracterizan el desenvolvimiento de las mujeres en dicho espacio de trabajo, es lógico suponer que las veguinas reproducen los patrones y problemáticas de género subsistentes a nivel nacional –por ejemplo, las dificultades que produce el sistema a la hora de compatibilizar el rol laboral y el doméstico; el hecho de que reciben sueldos considerablemente más bajos que los hombres; y el machismo subsistente a nivel socio-cultural, por mencionar algunos–. Pero sorprendentemente, la Vega es un espacio bastante femenino, de hecho es imaginada o personificada por los y las veguinas como una figura más bien maternal, lo que podría relacionarse con la gran influencia y el protagonismo que han tenido las mujeres en la historia y en el cotidiano del mercado. En el discurso la Vega alimenta, la Vega cobija al desamparado, da espacio a los marginales y los cuida, por eso los veguinos dicen que después de Dios está la Vega: Aquí hay un dicho, siempre ha estao ese dicho, desde que yo fui niña chica, que ‘Después de Dios, está la Vega’, porque aquí nadie se muere de hambre. Una persona que no tiene qué comer trae una bolsa vacía, y aquí le empiezan a dar de to’os los locales algo” (testimonio de tía Paula).

Tal como los estudios de género han reseñado, el espacio público por mucho tiempo le fue restringido a la mujer, a este solo tenían acceso los hombres, al menos en teoría, pues en la práctica, como se ha evidenciado en estudios recientes sobre cultura popular chilena, las mujeres han ocupado un rol primordial al momento de ejercer labores que se inscribían fuera del espacio doméstico prácticamente desde los orígenes del país. La misma Vega constituye un claro reflejo de esta realidad, ya que a lo largo de su historia, muchísimas mujeres han encontrado ahí una fuente de sustento que les ha permitido sacar adelante a sus familias en términos económicos, costear la alimentación y los estudios de sus hijos y, en muchos casos, salir de la pobreza. Además, ya sea como vendedoras ambulantes o a través de mujeres que llegaron a convertirse en grandes comerciantes mayoristas, ellas han estado presentes y han contribuido activamente en la configuración de sus dinámicas.


Nuestra investigación apuesta a colaborar con el rompimiento del cerco teórico-metodológico de la ocupación de los espacios públicos y privados según género, pues creemos que dicha división sexual del trabajo ha quedado obsoleta y tiene poco que ver incluso con nuestra realidad histórica.[1] La Vega es un claro ejemplo de ello, ahí se vende y se cría al mismo tiempo; a la par que se observa a hombres y mujeres trabajando en el mismo espacio “público”: ambos son productores y fuerza de trabajo. Si bien existen ciertas actividades a las que se ciñen mayoritariamente uno u otro sexo, como por ejemplo la carga y transporte de productos generalmente realizada por hombres, no se puede establecer una tipologización estricta de las actividades que cada uno desarrolla, como lo demuestra la historia de vida de Andrea Lara, faenadora y cargadora a la vez. Además, en la Vega la relación de hombres y mujeres en gran medida es de colaboración, ya que tanto entre los propietarios como en los arrendatarios es común encontrar parejas y familias completas que colaboran en los puestos. En este proyecto en común, la importancia de la mujer es tan relevante e indispensable como la del hombre y los veguinos y veguinas han trabajado y se han sacrificado codo a codo.

Por otra parte, sin lugar a dudas las mujeres de la Vega son especiales, ellas han sabido hacerse respetar y marcar su presencia como protagonistas y no desde la subordinación: Aquí, en general, la mujer no ha sido discriminada, yo creo que no, yo creo que le ha dado el toque. En qué sentido: en la preocupación de atender mejor, de tener un mejor roce con la gente, del entorno, de la limpieza. No creo que sea un ambiente machista” (testimonio de Gimena). Las mujeres de la Vega son sacrificadas y trabajadoras, a quienes la crudeza de la vida ha forjado un gran carácter que les permite participar activamente en la construcción del espacio, defenderse y sacar adelante a sus familias, a la vez que son extremadamente solidarias. Las redes de apoyo a las que han dado forma, constituyen la fuente del particular sistema social que caracteriza a este tradicional espacio capitalino. Son ellas en gran medida responsables de que este mercado sea además una comunidad, por eso hoy nos acercamos a la Vega no para entrevistar a los hombres, como comúnmente se ha hecho en los medios de comunicación e incluso en investigaciones académicas, sino para rescatar las historias, anécdotas, vivencias, opiniones, sueños y frustraciones de las mujeres, de sus mujeres.>> 

Fotografías: "Cafetería La Negrita, La Vega, enero del 2011", Genaro Hayden.

Carolina Bastías, Consuelo Hayden y Daniela Ibáñez (editoras): Mujeres de la Vega: género, memoria y trabajo en la Vega Central de Santiago. Santiago de Chile, 2011, pp. 17-19. 



[1] Varios son los estudios de género que lo demuestran, entre los que destacan en el caso de América Latina las siguientes autoras: Elizabeth Jelin, Magdalena León, Norma Fuller, Josefina Hurtado, Ximena Valdés, Loreto Rebolledo, por nombrar solo a algunas de las teóricas que se han dedicado al estudio de las mujeres en esta región.